Buenas viajeris del mundo:

Hoy aterrizamos por aquí para empezar a contaros nuestro viaje a Malasia, y como no, empezamos por el día uno.

Después de unas quince horitas de vuelo, Madrid-Amsterdam-Kuala Lumpur con KLM, por fin llegamos a tierras malayas, reventados, cansados pero con ganas de darlo todo. Así que nos dimos un bañito en la piscina del condominio donde íbamos a establecer nuestro campamento base, en Cyberjaya, luego una ducha refrescante y…¡Listos!

Decidimos empezar nuestro planing por Putrajaya, por dos motivos: Nos pillaba muy cerca y sobretodo y ante todo, porque aquí, una servidora, más ciega que un topo pero sin miedo ni vergüenza, iba a poder conducir un coche… Si señores, cuidadito que vienen curvas.

Nada más llegar, nos sorprendió la espectacular mezquita Putra, enfrente del lago que lleva el mismo nombre. Fue un momento inolvidable, el atardecer con el sol por detrás de la mezquita, con sus cúpulas de color rosa, el Iman llamando a la oración,  el lago reflejando la luz y nosotros rodeados de grupos de gente celebrando el fin del ayuno, con tanto entusiasmo que nos entraron ganas de unirnos a la fiesta.

La única pega de haber llegado a un país de mayoría musulmana en ramadán, es que a la hora de romper el ayuno, era complicadísimo encontrar un restaurante libre. Pero bueno, después de dar un par de vueltas por el centro, dimos con un restaurante puramente malayo y si, probamos los famosísimos postres del país… Ellos dirán que son postres de los dioses pero yo, personalmente, eso de tomarme un  postre que lleva helado, maíz, hielo y diferentes frutas con judías, me mata.

Para rebajar la cena monumental que nos metimos entre pecho y espalda, nos fuimos a dar un paseo por la orilla del río, que aún a día de hoy, no hemos conseguido saber el nombre.

Estábamos todavía acostumbrándonos a la humedad brutal que nos rodeaba, alucinando con los sonidos de los bichos exóticos que iban acompañándonos en el paseo cuando, por fin… ¡Alquiler de coches para dar un paseo! Y no cualquier coche, no, podías elegir entre la carroza de Cenicienta, Doraemon, Hello Kitty y dibujitos varios, adornados con un montón de luces de colores por la chapa, los faros y el techo. No tenían puertas y podías enganchar tu móvil a la radio y escuchar música por los altavoces que tenían súper tuneados. Así que ni corta ni perezosa, alquilé una furgoneta hippie para los cuatro y me puse yo al volante. Mi copiloto iba dándome instrucciones de hacia donde tenía que girar y listo. La gente nos sonreía y saludaba cuando pasábamos sin saber que una ciega descerebrada era la que conducía. En fin, una experiencia divertida, no apta para cardíacos.

Nos hubiese gustado dedicarle más tiempo a esta ciudad, a la que sin duda os recomendamos ir por sus parques, su mezquita y su gente. Si cogéis un tren desde Kuala Lumpur, os plantáis allí en veinte minutos y estamos seguros de que no os arrepentiréis de pasar un día por esta ciudad tan poco conocida para los turistas.

Gracias por leernos. Un Nuniabrazo.